¿En qué quedamos?
¿En que segundas partes nunca fueron buenas,
o en que todo el mundo merece una segunda oportunidad?
Suerte que nos decidimos por lo primero.
Tenemos miedo a las segundas oportunidades,
si algo salió una vez mal no hay razones para pensar que la siguiente será distinta.
Pero permitidme por dolorosa experiencia que niegue esta parte.
Se aprende a base de heridas que nunca cierran,
cuando pasa el tiempo
y sólo pasa eso.
Aprendes cuando con el paso de los años entiendes que todo se paró,
que nada avanzó desde el día que él se marchó
y el planeta parece que se haya unido para que no lo hagas.
Cumples metas,
sueños,
conoces a hombres extraordinarios [algunos].
Por una parte,
debo de admitir,
que me llenó de orgullo descubrir hasta dónde era capaz de amar[te]
y todo este tiempo no hizo más que verificar,
que efectivamente,
daba igual quién viniese detrás,
todas las características que tuviese mejores que tú.
No eran tú.
Y entonces siempre acababan perdiendo.
Me gustaba pasarlo mal por otros.
Me gustaba que me quisieran
y sin ser consciente me gustaba el momento de la separación,
el dolor,
el rencor…
Porque mientras ellos dolían opacaban tu dolor,
incomparable a cualquier otro.
Mientras ellos se consumían con el tiempo,
seguías quedando tú.
Impune.
Intacto.
Un día,
sin un porqué,
apareciste lleno de miedo
y con una sola mirada nos dimos cuenta de cuantas cosas eran diferentes.
Yo lo era.
Tú lo eras.
Y desde luego nuestro carácter,
nuestros impulsos
y nuestra inmadurez lo eran.
Éramos los mismos pero en versión mejorada,
aunque fuera únicamente para darnos cuenta de que nuestro amor era perfecto,
lo que no lo era tanto eran nuestras personalidades,
al fin y al cabo, solo éramos dos chicos apenas superando la veintena.
Todos han sido tú alguna vez
y a todos les quedó grande el disfraz.
Incluso a aquellos que lo hicieron mejor que tú.
Por eso nunca he pensado en la mujer que tendrías al lado,
nunca dudé porque fuera quien fuera
y como fuera,
no sería superior a mí.
Tú creías que era ese orgullo mío intentando morir matando,
pero no era así,
sabía que podías encontrar chicas que te quisieran,
pero ninguna llegaría a lo que yo te quise.
Yo era tu “mucho más”.
Hay que ver cuánto estás tardando en venir a mi puerta,
y es lo que tiene mi mente,
me dejas sola aquí,
en el mismo sitio donde quedamos por primera vez,
hace ya tantos años.
Te veo de lejos.
Recuerdo aún el olor de cuando te marchaste diciendo que nos volveríamos a ver.
Pienso en todo aquello que pasamos.
Basta.
Ya has vuelto.
Por fin.
Ya pasó aquel tiempo en el que me quedé en el pasado.
Estás aquí sonriente.
Caminas mirando al suelo,
sabiendo que te estoy mirando,
te peinas el pelo con un gesto tímido
y te sientas en el banco,
te arrimas con sutileza a mí.
¿Me has echado de menos? - preguntas mirándome a los ojos y te brillan.
Entonces miro a esos ojos radiantes
y me cuesta responder porque quiero quedarme en ellos.
Como si hubieran pasado cuatro años. - contesto
Suspiras.
Tu sonrisa se ensancha.
Me coges de la mano.
Cuatro años.
Y puedo aún sentir tu piel,
tus dedos,
tus manos fuertes apretándose contra las mías.
Cuatro años.
Y puedo imaginar tu voz como si no hiciera más de cincuenta meses que no la oigo.
Cuatro años.
Y puedo olerte como si estuvieras cerca de mí.
Cuatro años.
Y todavía te espero,
porque lo que dije aquel día fue verdad.
A mi lado se escucha el silencio más cruel del mundo.
“Como si hubieran pasado cuatro años”- me imaginé contestándote
Cuatro años
y aún espero que vuelvas,
dándote cuenta de lo bonito de cuando se merecen segundas oportunidades.
abril 04, 2018
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