Hoy ha sido el velatorio de ese amor truncado, cantado cuál fado y recordado por un solo asistente, yo. El miedo ha hecho un hueco en la tierra para preparar la ceremonia en la más estricta soledad de mi corazón.
Se ha hecho saber que algunos dedos de frente dirán unas palabras solemnes en vistas a darle un tono cordial y entrañable y serán los encargados de poner las monedas en los ojos ciegos para pagar el peaje a Caronte, el transportista que se encargará de depositar el cadáver en el lugar más lejano posible.
El objetivo es evitar fantasmas futuros de espíritus divagando en ausencia de paz asustando al personal y provocando un estropicio. De este modo nunca podrán volver a salir y hacer de las suyas.
Cordialmente, yo.
Pd: y no, no era ella la dueña del paraguas amarillo después de todo.
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