diciembre 10, 2011

Lo demás, está de más



Esta noche alcé la vista al cielo, como cada día, como cada noche desde hace ya unos cuantos años. Como un asiduo a tal visión, como un fanático del techo.

Y lo que vi me sorprendió sobremanera. No recuerdo haber visto tal cosa en todo este tiempo atrás. En derredor de la luna, un haz de luz, que se yo, un aura, que oscilaba pendiente con la luna por epicentro. La visión se me ha presentado como un hecho insólito, como un deber de estar ahí hasta que, poco a poco, la circunferencia de colores del arcoíris se ha ido disolviendo o eso creo yo, entre la maleza nubosa.
Por unos instantes estábamos ahí, la luna y yo, y nadie mas, un circulo en que solo la luna y yo cabíamos, y pensé yo, cuan bella prisión es esta que me condena a tan solo poder mirar tan exquisita perla. Por un momento no he sentido sino ausencia de frío, de sueño, de miedo y cualquiera otra de las sensaciones que recorren nuestro día a día. Me he sentido incorpóreo, podía volar mas allá de lo entendible, al margen de toda discreción de razones. Por un instante no he necesitado preocuparme por el amor, por el odio y ni siquiera por eso que llaman futuro designando tal vez el devenir incierto de la vida de cada uno.

Entonces he entendido que esa era un señal, una señal para aprender a discernir que más allá de todo, está nuestra mente y que esta y no ningún otro elemento es la que nos permite volar, soñar, o simplemente ser quienes somos o quienes queremos llegar a ser. Y ahí no existen penas ni llantos, ni alteraciones del alma, y ni siquiera de la rutina, pues es esta la única y exclusiva realización de nuestro propio yo.

A veces olvidamos cuan importante es la satisfacción de reparar en uno mismo y de poder dedicarnos realmente, unos minutos de nuestro valioso tiempo a nosotros mismos. Cosa que dista mucho de ser el echar una partida a un videojuego o salir a tomar una cerveza, que aun siéndonos placenteros a la vista y a algunos otros de nuestros sentidos, simplemente nos ayudan a evadirnos de pensar en nosotros mismos. A la gente le agobia ese espacio infinito que hay dentro de cada uno. Se esta convirtiendo en norma general la evasión por beneficencia para con nosotros mismos, y esto no ha de ser así, porque a veces merece la pena recordar aquella idea de "in midus virtus est" para darnos cuenta de que no debe agobiarnos no quedar con los amigos o con la novia si previamente no hemos quedado con nosotros mismos unos minutos.

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