y todo lo que tocaba,
Se convertía,
de alguna manera
En fénix o en ceniza.
Él no necesitaba cuentos,
Ni princesas,
Él escribía historias
Con cada beso
y con cada lágrima.
No tenía miedo de vivir,
Ni de beber hasta perder el sentido,
Porque la virtud no iba con el,
Él era más de ser inconsciente,
Y de que decidiera el destino.
Indeleble ante la falsedad,
Azote de las malas lenguas,
De filosofía compleja,
Mas de aire que de mar,
Aún llevando una vida a cuestas.