agosto 20, 2011

El comienzo de la Historia





Y allá iba el gran jinete alado, navegando por entre las nubes cual si fuera pluma en el aire. Los vientos acechaban arremolinados en torno a esta silueta, gobernador de los vientos y de los astros magnificientes colocados por su gracia en lo profundo del cielo.
 Aquel que había surcado los siete vientos y cuya majestuosidad se hacía aún más vigente si pudiere en las cristalinas aguas de mil y un afluentes. Descendía armonioso apartando a un lado y a otro la espesura y convirtiendo en bello hasta el último de los escarpados matojos. Posase este sobre la tierra y descubríose la suya verdadera magnificencia cuando mostra la más imperiosa de cuantas hojas vio el mundo. Jamás una espada gozó de tal honor, pues ésta era en verdad la espada del Todopoderoso depositada en manos de un siervo como si de un vestigio se tratase para salvaguardar su causa. 

Díole el todopoderoso la espada y díjole: “Acude presto a resolver la causa de tu afrenta y retorna con tu doncella a lomos de de tan divino corcel. Espero así hacer desaparecer tal aflicción que te acecha y disipar tus dudas amigo, y como tal empresa no es cosa fácil te hago entrega hasta tu regreso de la hoja más bella y a la vez mortal de todas cuantas existen y existieron, la fuerza de los Dioses hecha metal.”

Y allí estaba dicho jinete, conforme se aproximaba a su destino la tiniebla se hacía más poderosa sobre la luz, y dejose ver el poder de su antagonista que hacía caer fuego del mismísimo cielo cual si de lluvia se tratase. Atrás en luz quedó el divino corcel por miedo a que tal oscuridad perturbase su paz interior. Anduvo largo tiempo, al paso del tiempo, cuando hubo dejado una perniciosa montaña tras de sí, topó con el final del camino. 

Y ahí estaba, imperante el mismísimo señor de la oscuridad en actitud del que lleva tiempo esperando un momento, y a su espalda, el más cruento de cuantos castillos había contemplado este, aunque tan oscura magnificencia no fuese suficiente para acallar los gritos de auxilio de la dama más bella de todas. Tal era su belleza, que un aura la rodeaba iluminándola, como intentando separarla de la oscuridad, como si el aire no fuera digno de acariciar su piel. 

El ambiente se cargaba de intensidad a cada momento, y entonces, sólo entonces que la oscuridad hubo invadido cada uno de los recovecos entrañados de tan cruenta visión, el mismísimo señor de las Tinieblas hizo nacer de entre sus manos un haz aun más tenebroso si cabe que la propia oscuridad y la arrojó a los cielos quebrantando la tormenta por un momento e invocando al mismísimo Dragón alado de los cielos. 

Este descendió de un aleteo y se lanzó contra nuestro caballero blanco cual si fuera a engullirlo de una sola intentona, Entonces éste, en una maniobra magistral, desenfundó la gran hoja al instante que la clavaba en la yugular de la maligna criatura. La oscuridad pareció menos tenebrosa por un instante cuando tan cruento monstruo cayó a tierra desalmado e inerte.

 La imagen no dejaba de resultar utópica, el gran monstruo alado yacía en la superficie terrenal como si fuese la primera vez que la tocase. Entonces el Señor Oscuro quedó perplejo ante tan insólito acontecimiento. Tomó su escudo en mano, dejose la capa en tierra y desenvainó su hoja, que más bien parecía hecha de miedo que de metal.

Una afrenta mortal tuvo lugar entonces, el ruido que producían las espadas entrelazadas rompía el silencio ambiental. Los guerreros no daban cuenta de lo que sucedía en derredor, pero lo cierto es que la naturaleza permanecía inmóvil tanto o más que expectante y parecía notar cada golpe como el triunfo de una idea sobre otra. Las cuchillas se enzarzaban entre sí cual si cobrasen vida. Pero yendo más allá, esta afrenta rompía todos de cuantos límites disponía la naturaleza.

No había esquema posible de lo que sucedería a continuación, lo cual frustraba al Señor Oscuro, acostumbrado a denotar sus acciones de augurios venideros. Esto fue aprovechado por nuestro héroe que en un descuido de su oponente le asestó una puñalada que atravesó el corazón de este, si es que tuviese, pues su pasado no reflejaba tal cosa.

Dejose atrás el cadáver inerte de su oponente y opresor y acudió presto a rescatar a su doncella. Ésta le complació con un canto tan divino que rompió la oscuridad que habitaba a su alrededor y diole el más sublime de cuantos besos podría obtener un caballero. Tales labios parecían una imagen de la gracia de los Dioses, esculpidos por estos quizá.
 
Ambos regresaron a su hogar a lomos del corcel. Sus vidas nunca volvieron a ser las mismas tras la experiencia acontecida pero la tuvieron presente el resto de sus vidas. Tal vez por esto mismo acabaron las mismas largo tiempo después tras una vida plena y llena de felicidad.
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El enamoramiento



He vivido por y  para ti
Mas ahora reto al cielo,
No por quererlo  sino mas bien remedio
A una aflicción hoy sin nombre.
Antes, enamoramiento.

Remedio no al amor,
Sino a esta locura que me puede,
Que me mueve y me inunda
Profusamente con su aroma.

Más solo un beso pido,
Solo uno y tuyo.
Pero no uno cualquiera
Sino uno de amor verdadero.

Me da igual si es de fresa,
De limón o de arándanos.
No necesito sabores ningunos
Para deleitarme con tus labios.
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Lo efímero


Te escapas, como una foto sin cámara,
Cual montón de arena o una idea en un sueño
de mi álbum, de mi mano
Y de todos mis pensamientos.

No conservo más de un negativo
Ni más de un grano ni más de un segundo
De ti y de tus ojos y de tus labios
Ni de tu hermoso rostro.

A ti, mujer de ensueño
De todos y cada uno de mis sueños
Te adulo, te añoro
Y te sueño en cada momento.
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El error




Mas no impacientes al futuro
con futuras y embriagadas penas,
pues  no anhela oír de ti
lo que de sí mismo no anhela.

Vamos, no apacigües mi alma
Con rotundas sandeces venideras
Que para embarcarse siempre hay,
A desavenencia de algunos, tiempo de sobra.

Pero mi alma no habla de guerra
Ni de injurias ni gozos siquiera
Tan solo habla de latidos contados
De dados tirados con inexperiencia.

Saliendo al caso con paso resuelto
Por una princesa de mal criterio
Diré en mi favor que fui engatusado
Mas no pido clemencia, solo letargo.

Letargo de a pie, de pleno
Del que no exige soluciones
 bien porque no existan
O porque existiendo,
 no me sirvan de nada.
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Atributos del Amor



“El amor es fácil, sencillo,  sutil y distinto, irracional e instintivo, paciente y benigno. No es profano ni descortés, el amor todo lo espera, el amor todo lo aprecia, el amor todo lo cree."

"El amor es sufrido y considerado, nunca es celoso. El amor nunca es jactancioso o engreído, nunca es grosero o egoísta. Nunca sufre, ni es resentido.”
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