enero 14, 2023

Navidades en Canadá


Miro y hasta donde me alcanza la vista el suelo se tiñe de blanco,
Alzó la vista y el cielo parece una almohada desplumada.
El agua cuelga de los tejados en forma de obra de Dalí.
Niños y no tan niños se disfrutan lanzándose proyectiles de lo que, sino me equivoco, es una auténtica arma blanca. 
"C'est la vie" oigo por detrás, estos cabrones hablan aleatoriamente dos idiomas sin que sepas exactamente en qué punto se habla una cosa o la otra. 
Me vienen recuerdos de Bélgica, pero aquí no funcionan los datos así que no queda otra que disfrutar sin interrupciones.
No tengo muy claro como he acabado en el otro lado del charco sin habérmelo planteado pero eh, allá que vamos.
No son las navidades que esperaba pero si unas que recordaré.
Llegamos un grupo de gente con evidentes problemas mentales pero que, sin embargo, de algún modo generamos una sinergia digna de estudio psiquiátrico.
La vida tambien son estas mierdas de lanzarse al vacío. Y no ha estado mal. Que coño, ha sido la hostia.
Excepto el maldito T-Rex de Regina, menuda basura. Más falso que las costillas de marca blanca.
Pero no todo iba a ser pasar un frío de cojones a menos ochenta mil grados en un sitio donde, fuera de bromas , hacia más frío que un iglú en el polo norte.
Eramos una banda para vernos pero eh, tenemos suerte después de todo. Y no me refiero solo a los sitios donde íbamos sino a la maravilla que era estar perdidos todos juntos.
Esa mierda no se compra con dinero. Quedarte atrapado en un parlamento regional para evitar morir de congelación.
 El señor de seguridad asegura que en verano allí hace casi cuarenta grados. Ochenta grados de diferencia. Wtf. 
En fin, que nos vamos a Montreal, de risas. Con la música a otra parte. A no hacer nada en otro sitio.
 Llegamos, mazazo a nuestra banda de delincuentes, la mitad a un sitio la mitad a otro. 
 No es lo que habíamos planeado, pero dudo que los que mandan tampoco lo supieran. 
 Así que nos toca interactuar con otras personas después de todo. Mi hotel no tiene piscina pero tiene barra libre una hora al día. 
 Unos se sumergen en agua y yo en cerveza. Not bad. 
 Y ahí vamos, interactuando y añadiendo personas bonitas a nuestro repertorio de videocassette mejores éxitos 1995. 
 Es en ese momento cuando me doy cuenta de dos cosas importantes: los de mi empresa son unos incompetentes y en mi trabajo todo y todos vamos y venimos de manera casi fugaz y sin pretenderlo que te puede pasar lo que a mí.
  Conoces a dos personas geniales. Una se va al poco de llegar tu. En el segundo episodio soy yo el que se va. 
  Demasiado temprano, casi había tocado con los dedos el éxito de encontrar alguien con quien ser tonto y alcohólico a la vez sin reservas.
   Pero bueno es de mi ciudad así que coincidiremos de nuevo. 
   Volveremos como los años ochenta que siempre vuelven.
   Gracias a cada persona con la que coincidí en este viaje, pero sobre todo a los canadienses que me crucé en los pasillos de los supermercados y que no saben decir gracias pero si cerrar todos los bares a las 2 am en nochevieja. 
   Es broma, ha estado bien. Le doy mi like a estas semanas tan originales que guardaré en mi corazón cual persona con síndrome de Diógenes.
    Esto es para toda la afición: suuuuuuuuu.

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