junio 03, 2011

Ensayo sobre el Destino personal


He aquí el ultimo de los textos que he recibido de Buyolo, os recomiendo que lo leáis detenidamente porque no tiene desperdicio alguno y porque habla desde su propia experiencia personal, la cual por cierto parece mucho mas desarrollada que la mayoría de las personas que le leemos, entre los que me incluyo, y de buen seguro tenemos mucho que aprender. Un saludo a todos!

    - Destino-

                Ya no recuerdo cual era el camino, alguien me lo dijo alguna vez pero me he perdido y ahora estoy en el andén del olvido pensando qué fue de mi persona. Quisiera volver atrás, pero alguien me ha borrado la senda  y una voz me dice: “…cuando no hay camino, se hace al andar…”. Yo busco el mío con convicción, pero encuentro un cartel que dice que ya no hay camino, que voy derecho a la perdición. De repente una voz que grita “último tren”, y en él busco mi futuro, me subo, parece que va muy deprisa y yo, aturdido, medio drogado, me bajo en la próxima estación. Ahora me encuentro aquí sentado, en un banco, viendo pasar los trenes, como si fueran años, tan fugaces que me mareo; me enciendo mi último cigarrillo y pienso en todo lo que he dejado.
                Recuerdo perfectamente lo que tuve que dejar, lo que tuve que perder, para al final llegar hasta aquí; yo con mis viejos pensamientos que me corroen, como la carcoma a la madera vieja; y el anhelo del tiempo me viene al pensamiento; la melancolía, el querer saber que fue de aquel niño, aquel que soñaba con ser mayor y que ahora sueña con volver y regresar a un tiempo mejor. De repente un hombre viejo y cansado me invita a subir, me dice que ya no volveré a tropezar, y  yo me subo a su coche viejo y desaliñado pensando  en que el camino será mejor. Mi cuerpo parece que reacciona y echa andar; y aunque dicen que el camino es para todos igual,  parece que en el mío hay muchos vacios y ya no recuerdo ni como he llegado hasta aquí. Intento recordar para no volver a tropezar pero siempre vuelvo a caer y mis rodillas ya no pueden más, “…el camino es largo y hay que andar…”, decía el sabio; pero yo no tengo un destino ni un lugar al que llegar. Busco una señal que me guíe y  encuentro un lamento  que no cesa; de repente una inspiración que se va y una idea que regresa a mi cabeza, espero un día que jamás  llega y un final que se acerca, y aunque soy una gota que en el océano se diluye, aún sigo siendo aquel que se resiste a perder.
                Decido hacer un alto en mi camino, me quedo en una fría cuneta y allí el candor de una mano que se ofrece y un cálido aliento sobre mi nuca me estremecen el cuerpo, a la vez escucho una voz que intenta guiar mis pasos, me giro y no hay nadie; yo conmigo mismo; la voz es la que en su día fué de aquel ingenuo niño ilusionado por vivir, el cálido aliento fugazmente se torna frio y triste; la mano que se ofrece es la mano del recuerdo que le ofrece a mi memoria un leve esbozo de alegría, en ese momento mis ojos exclaman una lagrima tan viva como el recuerdo que me persigue y no cesa. Sólo entonces me pregunto cuándo aprenderé que del pasado no se vive; intento conversar con mi yo más inquieto, aquel que me dice que no he de seguir mirando atrás y que he de tomar un camino y una meta, y tan sólo le contesto que prefiero viajar en mi memoria, que soy feliz soportando mis tormentos. Y aquel camino  de repente se torna sombrío, la noche se cierne en ese mismo instante y decido tomarme un tiempo de reposo para recargar energías; aún así no lo consigo porque me paso la noche pensando en mis ambiciones de juventud.  Al otro día al levantarme con las primeras luces del día decido recoger mi escaso petate y continuar por el camino que hace años elegí, y cuando decididamente levanto la mirada con un atisbo de esperanza hacia el futuro me doy cuenta que de nuevo la senda ha sido borrada, que no hay principio ni final, ni carteles que guíen mi paso firme y constante; el mapa lo borraron las lágrimas al atardecer y la brújula la vendí para coger el último tren.
                En aquel momento la esperanza se torna en rabia incontrolada y en furia desmedida, y se escucha la voz de mis adentros diciéndome… “te lo dije, tendrías que haber seguido un camino y una meta, ahora ya es tarde déjate llevar por el aire...”. De repente noto un cambio, no sé si la experiencia o la iluminación divina, pero esa rabia y furia ya no se tornan en tristeza sino en determinación. Determinación a no guiarse por nada y a no hacer caso a ninguna señal, determinación por guiarme por mi instinto y mi sabiduría que no es mucha; y pienso que es el momento, que mí hora a llegado; meto la mano en el desgastado bolsillo de mi pantalón y saco un viejo carboncillo que una persona anciana una vez me dio diciéndome… “hijo mío guarda esto y no los desperdicies, alguna vez te será muy útil”…
                A partir de entonces decidí que no iba a tomar ningún camino marcado, ni ningún rumbo establecido hacia ninguna meta, simplemente con aquel carboncillo dibuje mi meta e hice el esbozo de un mapa, mapa inventado por mí para alcanzar mi destino, me definí un decálogo de normas básicas para seguir en épocas de grandes temporales en los que me pierda en mi propio camino; y aunque tardé largo tiempo en aprender a dibujar mi destino sabia que ya nada me iba a frenar; había merecido la pena esperar  tanto que me sentía a gusto conmigo mismo.
                 El largo viaje sin rumbo no había sido tan en balde; aprendí a viajar en la soledad y guiarme en la vida sin luz, tan sólo siguiendo las estrellas del firmamento, perdí el miedo a la oscuridad y me deshice del lamento que corrompía mi alma, de tanto llorar pude enjuagarla con el cubo de lagrimas que guardaba junto a mi cama; me deshice del lastre que había acompañado mis sentimientos, me volvieron a crecer alas para volar, se curaron mis heridas y me compré un barco corsario que tenía mi destino por bandera, memoricé el mapa de mi porvenir y en una remota isla lo enterré junto con mis penas y mis recuerdos, para que nadie supiera de mí, ni de mi camino. Y en el tiempo que vagué sin rumbo aprendí a disfrutar del viaje en cada momento, a aprender de la experiencia, a que los errores fueran una enseñanza y no un muro infranqueable, y a que los años fueran una bendición y no un peso; a que cada día es una oportunidad de cambiar, y aunque ya hubieras desaprovechado muchos, cada mañana vuelve a salir un nuevo sol y con él una nueva esperanza; que el cambio no es inmediato, sino lento y constante, a valorar mis escasas pertenencias, a defenderme contra la adversidad y a derribar todos los muros con los cañones de mi barco; aprendí a buscar en el desierto, a nadar en el océano, a ver en la oscuridad,  a cazar en la jungla y a sobrevivir en la nada.
                Tras largo tiempo de búsqueda, sigo sin encontrarme, y eso ya no me preocupa, los años no me pesan, los días no me asustan y los retos ya no me dan miedo, hace tiempo que perdí el miedo a perder y que aprendí que en plena tormenta tan sólo yo soy capaz de izar las velas de mi barco y cambiar de rumbo; ahora tan sólo me inquieta qué me deparará el mañana, el nuevo día que surge de la tiniebla qué nuevos retos me traerá. Aguardo ansioso surcando las olas del presente, saltando los baches del camino, atravesando acantilados, derribando los muros una nueva caída que me haga levantarme más fuerte cada día, que me haga sentir vivo y que tan sólo yo manejo el timón de mi destino. Y ahora es cuando me doy cuenta que en cada puerto se hace un compañero de viaje distinto y que de vez en cuando es bueno visitar a la soledad, lo malo es quedarse en ella; por todo lo aprendido doy gracias de haber vivido y de empezar a notar como el aire mece las velas de mi barco.




2 comentarios:

  1. He disfrutado mucho leyéndolo! Por favor Dani, sigue publicando textos de tu amigo Buyo, que es una delicia leerle. Pienso que lo positivo de caerse una y otra vez es que aprendes a levantarte cada vez más rápido y ello te hace más fuerte. El destino, en mi opinión, no está escrito, sino que se va formando a través de nuestras descisiones pasadas y en armonía con una serie de causalidades que rodean nuestro entorno vital y que hacen que con cada elección que tomemos nuestro destino sea uno u otro. Por tanto, no hemos de sentirnos perdidos o desesperanzados, no hay que ir en búsqueda de una señal que nos marque el rumbo, puesto que nosotros somos nuestros los capitanes de nuestro barco que es la vida, y por tanto, nosotros somos quienes tenemos la libertad de decidir hacia donde ir, porque la vida está formada por etapas y donde acaba una empieza la otra.Por ello, no hay que temer a la incertidumbre, pues es el tiempo el que da curso a que estemos en un punto o en otro. Por tanto, hemos de disfrutar de esa etapa en la nos encontremos y seguir avanzando, para no quedarnos atrás, con el viejo pasado y hacer que nuestras metas y objetivos sean la previsión de nuestro futuro y que el modo de lograr nuestras aspiraciones constituya lo que hoy es el presente.

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  2. Simplemente me ha encantado, y un lema latino "Carpe Diem"=)

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