abril 25, 2021

  


Y de repente, así sin previo aviso, un día aparece la versión mas bonita que has visto de todos tus sueños. Todo lo que un día soñaste que la persona a la que quieres a tu lado tenía que ser. Y no sabes muy bien como reaccionar, la emoción y el miedo a perder se entremezclan en una nube etérea que no te deja pensar con claridad. Ya no sabes si estás soñando o estás viendo la realidad con tus propios ojos. 

Todas esas señales que una vez dejaste en el camino, todos tus aciertos, tus errores, todas las noches sin dormir, las lágrimas derramadas y los proyectos a medias están ahí cuando giras la cabeza. Y como si fueras el próximo condecorado héroe que acaba de llegar de una importante conquista, ves ante ti las escalinatas del éxito que siempre quisiste ostentar. 

Y arriba, en lo alto, a solo unos peldaños, ella. Esperando para entregarte tu corona de laurel por haber sido exactamente la persona que esperaba que fueras. Pero de repente, como si de una pesadilla horrible se tratase, se abre el cielo y te cae un rayo llamado realidad. Y te parte en dos. Y cuando ya pensabas que estabas a salvo te ves inmerso en una batalla contra ti mismo, una épica y nada agradable pelea entre tus mas sinceros miedos y tus deseos y anhelos más íntimos. Y te entran las dudas. De repente has olvidado como esgrimir tu espada del valor y derrotar al mal que se aferra a ti intentando consumirte. Ya no solo no sabes si subir la escalinata, sino que olvidas hasta el como hacerlo.

 Quieres serlo todo. Quieres entender y ser entendido, comprender y ser comprendido, atender y ser atendido. Quieres ser la mejor versión de ti para ofrecérsela en bandeja de plata a la mejor versión de ella. Y no puedes dar un paso en falso, porque si hay algo que has aprendido sin lugar a dudas, es que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Y cualquier palabra fuera de lugar o interpretada de manera errónea puede hacer las veces de puñales clavados en tu cuerpo de Cesar. No son los demás, es tu propia mente la que te traiciona y te deja en evidencia. Consejos vendo pero para mi no tengo. 

Y la inestabilidad te embriaga. Y las dudas se apoderan de ti. Y ya no hay vuelta atrás, y tu lo sabes. Es ahora o nunca. O subes o no lo haces. Por un lado no puedes parar de pensar en la comisura de sus labios. Ni en los destellos plateados de su pelo, que lejos de hacerla parecer oxidada le dan un aura de unicornio plateado de esos que sabes que sólo verás una vez en la vida, como mucho. Por el otro, tus meteduras de pata que te ponen en una posición poco probable para subir con éxito.

 De repente te viene a la mente lo que ya decía Hamlet en su soliloquio, ser o no ser, esa es la cuestión. "Esta previsión nos hace a todos cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia, las empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos." 

Y sabes que, yo no quiero ser Hamlet. Yo quiero ser Romeo. Yo quiero amar y ser amado. Llorar solo de alegría y reír sin parar porque el mundo se puede quedar esperándonos mientras tu y yo estemos juntos caminando por un sendero hacía la felicidad. 

No quiero ni deseo nada más intensamente que eso. Solo poder sentir eso. Sé que eres tú y es contigo. Y luego que la vida me lleve si es menester, preso de pedir deseos imposibles a cambio de solo un alma. Nunca he estado más seguro de nada en toda mi vida. Pero que antes me permita subir esos escalones y decirte que eres la persona más bonita que nunca jamás en toda mi vida tuve el placer de conocer y que tan solo necesite dos segundos para darme cuenta. Uno para verlo y otro para comprender y aceptar que eras real. 

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