marzo 02, 2021

Anécdotas de madrugada



 Es muy difícil vivir siendo humano, para eso existe el whisky. El otro día le dije a una chica que las había visto mas guapas, pero lo cierto es que no veía bien. Tratando penosamente de rectificar mi blasfemia traté de emprender acciones legales contra mi ebriedad mientras me plantaba en su portal a altas horas de la madrugada y le regalaba mi labia en frasquitos pequeños para llevar.

 No todos los iris tienen arco, le dije, mientras ella fruncía su ceño en posición de matar. Al ver que no se despejaban las borrascas que me acechaban detrás de la siguiente palabra fuera de lugar, opté por sugerir que el poder de la imperfección radica en la esencia de nuestros actos. Pero claro, estaba hasta arriba del desinfectante más potente para las heridas que puedas adquirir en el mercado pasada la medianoche.  

Ante el evidente rechazo y en un atisbo de intentar hacer por sujetar mi orgullo herido sobre una estaca como si fuera la espada del mismo Damocles, esboce una sonrisa y alegue a toda prisa que "yo era mas de museos que de musas" y que mi mente era un paraíso fiscal con licencias vip donde sólo yo puedo inmigrar y emigrar sin necesidad de permisos de obra y reforma. Como podréis imaginar no me fue demasiado bien, pero tampoco dramáticamente mal, 0 grados, ni frío ni calor, como diría Benny Hill. 

Y aquí sigo, anclado en la cola del paro del amor clandestino de las noches de domingo mientras respiro aliviado por haber evitado una catástrofe nuclear en mi sistema nervioso provocado por los ojos más bonitos que nunca jamás he visto y que podrían haberme embargado todas mis propiedades de melómano rockero y de fanático empedernido de la razón que conservo yo en propiedad exclusiva y sin ánimo de prestarla a ningún otro ser vivo desde el 89.

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