marzo 01, 2021

Reflexión sobre la mente y el progreso (parte 1)


 

Se suele decir que hace un par de siglos se acuñó el término moderno de la paranoia, siguiendo un poco la estela de los lejanos y clásicos griegos que ya determinaban como paranous a aquellas personas que tenían una enfermedad mental.
 
Lo que no te cuentan, es que en griego antiguo el prefijo de esa palabra podía significar también “al margen de” y no solamente “contra”. Todo esto no responde sino al ineludible hecho de que esta Sociedad, como casi todas las precedentes (dejamos el margen de salvedad por evitar caer en el error de generalizar)se rigen con mano de hierro por una mentalidad fatalista de acuerdo con la cual todo aquello que no responda a los patrones considerados como normales es, por ende, anormal.

 Y como no, si es anormal, es raro, y si es raro es malo o de peor calidad. Parece ayer cuando leí el mito de la Caverna de Platón y entendí algo tan rotundamente cierto e inalienable a la existencia humana como el miedo por el conocimiento.
 
Creamos teorías conspiratorias, órganos inquisitorios y religiones empoderadas por instituciones a la altura del betún. Quemamos libros de ideas opuestas, y personas por tener facultades no controlables por los mandamases. Cortamos cabezas, libertades y quemamos esos pequeños grandes espacios de conocimiento que solíamos llamar bibliotecas, y que cada vez más se ven desprestigiadas y desvirtuadas por el poder de conocimiento de que disponemos abriendo nuestro dispositivo electrónico y apretando un botón, o incluso mas vagamente, ordenamos abrirse mediante un comando de voz. 

Al mismo tiempo defendemos a personas que atentan contra las leyes que nosotros mismos hemos avalado con nuestros votos y les hacemos parecer mártires cuando solo son individuos que quieren ver el mundo en llamas. Pero si aparece alguien que lucha por las verdaderas libertades, esto es, las que suponen otorgarnos algo tan preciado como es rompernos el coco a base de pensar, le desechamos por ser una especie de loco visionario sin criterio alguno. 

Desechamos entender como funciona la mente, invertimos todos nuestros esfuerzos en crear cosas que nos hagan pensar menos. Sabemos y podemos crear máquinas que pueden realizar millones de operaciones matemáticas por segundo, pero en los últimos 2000 años apenas hemos tocado esa máquina que nos viene de serie llamada cerebro.
 
 Y de nuevo, creamos maneras de evitar siquiera un vago intento de entenderlo. Internamos a las personas con problemas mentales en centros de ayuda sólo porque no tenemos los conocimientos necesarios para poder potenciar las virtudes que supone tener una mente no sujeta a los mismos filtros que la nuestra. Y sucintamente alabamos al nivel de todopoderosos señores del conocimiento a dos o tres que si han conseguido evitar todos los filtros solo porque toparon con alguien que supo ver esto mismo que yo describo, o solamente porque tuvieron previamente los suficientes recursos económicos como para poder expresar sus opiniones sin depender de nadie.

A los pobres locos los llamamos paranoicos y enfermos mentales y a los ricos los llamamos excéntricos. Y todo esto tiene como consecuencia ineludible que aquellas personas que en algún momento se pararon a pensar, pero que viven dentro de la sociedad, tengan reparo de entrar en el mundo de las ideas y miedo de sus propios pensamientos.

 Vivimos encerrados en el mundo de Orwell. Y nadie se da cuenta. Y si lo hacen, se callan. Enviamos dispositivos inteligentes a Marte mientras no conocemos ni siquiera el interior de nuestros océanos. Y quien se adentra ahí normalmente lo hace con fines que nada tienen que ver con el conocimiento sino más bien con la riqueza.

No sabemos ni podemos ver todo lo que pasa a nuestro alrededor. Pero mientras nos enorgullecemos de una niña por plantarse delante de algunos de los hombres mas poderosos del planeta a cantarles las 40, ellos se ríen y nosotros no tenemos ni idea del porqué. Porque somos también esclavos de un sistema basado en el valor de un dinero ficticio cuyo valor está basado en la confianza en los mercados, cuya confianza está basada en palabras de “gente que sabe”. Y aun así, mucha gente se detiene y se centra en pensar que el problema está en los distintos sistemas de gobierno, pero lejos de la realidad, estos no son el principal problema. El problema es que muy poca gente piensa, se para, analiza, lee, se informa y trata de rebatir los argumentos que van en contra de los suyos. La gente es de “derechas o izquierdas” sólo porque alguien te dijo que no había más opciones. Solo porque nadie puede pensar distinto, “no sirve de nada”. En realidad esto responde a la evidencia de que el ser humano es un ser extremista. O todo o nada. Algunos se empeñan en crear puntos medios, “la clase media” la llaman, refiriéndose a la gente que lucha cada día por no acabar durmiendo en un portal.
 
Y que hay de media en eso. No existen las medias tintas, si no vives en un casoplón sin tener que pensar en el dinero, entonces amigo mío, eres pobre. Eres pobre porque alguien se ríe de ti mientras tu trabajas para el sistema que le otorga todas sus comodidades. Y de repente aparece un tío que dice que su supuesta raza es superior y que tiene un mensaje que difundir y un mundo que conquistar. Y mucha gente se deja llevar por esa posible distopía solo porque, en efecto, se puede ver que ese señor está rematadamente tan loco como inteligente es. 

No se justifican sus acciones, pero el si consigue esgrimir argumentos para que muchos de sus congéneres le avalen y luchen por su causa, aunque ello implique matar y torturar a miles de personas inocentes. ¿Y sabéis que? Ese tipo amen de emprender acciones rotundamente negativas demostró al mundo el poder de una mente con las ideas claras. El se convenció de algo y luego hizo partícipes a muchos otros de su visión del mundo. Así de veletas somos. 

Pero luego nos indigna que se ataquen las torres gemelas mientras nos quedamos de brazos cruzados e incluso ignoramos el hecho de que cada día, en el mundo, mueren por un virus casi 7000 personas, esto es, mas del doble de los que murieron en aquellos ataques. Esto significa a todos los efectos, que las vidas tienen valores distintos dependiendo de lo que esté de moda.
 

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