marzo 16, 2021

A mi también me salvó Superman

 

Y por segunda vez en mi vida, ahí va, de nuevo, el vacío consecuente de terminar de ver la que ha sido, es y será mi serie favorita para siempre. 

Me siento feliz de poder disfrutarla, pero triste de no poder verla de nuevo ahora mismo como si fuera la primera vez. Esta historia me acompañó en algunos de los momentos más difíciles de mi vida,  crecí viendo muchas series, pero esta fue distinta. 

En las épocas en las que tuve que lidiar con compañeros violentos y desprecio clasista, esta serie hizo las veces de bote salvavidas para recordarme, desde la ficción, que lo ficticio a veces merece más la pena que lo real. Por triste que suene esa afirmación.

Las aventuras de Clark y sus amigos me dieron una segunda oportunidad de ser feliz estando rodeado de gente pero, sin embargo, completamente solo. La introspección del futuro Superman me permitió entender un poco más todos esos sentimientos que me corrían por las venas; rabia, furia, amor, desprecio, honor, lealtad, sinceridad, compasión, empatía, rechazo y felicidad entre muchos otros.

Aprendí, por magnificente que suene, que todos merecemos ser salvados, de uno u otro modo. Que la vida es algo inalienable y sobre la cual no podemos decidir en el lugar de otro.

 Que ser distinto no era en absoluto algo fácil. Aunque en lugar de serlo por ser de otro planeta y tener poderes fuese por tener una mente demasiado despierta y muchos motivos para no maquillar la verdad.

Aprendí que el amor puede ser tan bonito y tan cruel en la vida real como en una serie o un comic. También el valor de los secretos, algunos de los cuales, sin darnos cuenta, generan una responsabilidad para con aquellas personas a las que hacemos partícipes de ellos.

A fin de cuentas no todo el mundo está preparado para escuchar la verdad que uno tiene por contar y entenderla sin echarse a reír o indignarse haciendo un juicio de valor fuera de lugar.

Del mismo modo, aprendí a querer mirar hacia ahí arriba. Empecé a pensar en el universo, en sus habitantes, en las estrellas y en la cantidad de toneladas de sueños solicitados que arrastran por minuto. Entendí que hay cosas que no entendíamos y ni aun hoy llegamos a entender del todo. 

Que el ser humano ansía respuestas ahí arriba pero sólo a ratos, si no hay interés económico o de prestigio, no se mueve un dedo. Adquirí muchos de mis gustos (como el musical) gracias a esta serie que es Smallville.

Aprendí a observar y comprender que buscamos el origen  fuera de nosotros mismos desde hace tanto tiempo que el mundo se acaba por dividir entre gente frustrada por la incapacidad de saber las respuestas del universo y gente irrelevante y vacía que ni siquiera se plantea las preguntas.

Aprendí muchísimas cosas, y muchas de ellas fueron a raíz de ver esta serie, le debo mucho, muchísimo más de lo que puedo llegar a imaginar. Por gajes del oficio, mi nombre en Hebreo es Dan-i-El. Así que, en el fondo, siempre me sentí, como Kal-El, un poco parte de la familia El.

 Pero no dejaré de regalarme en elogios hacía esta pedazo de obra maestra, no tanto por su calidad cinematográfica, sino por haber estado ahí para mí. En el lugar exacto, en el momento exacto. 

Así es como a mi también me salvó Superman.

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